Con esta frase comienza un vídeo
realmente interesante que vi hace poco acerca de la felicidad en el que un conocido
jurista catalán hablaba sobre las claves para ser feliz. Para ello afirmaba que es necesario vivir sin miedo ya
que el miedo es el que te hace infeliz porque te mantiene en un estado de
preocupación constante. Puede que tengas trabajo o una relación sentimental o
incluso una familia estupenda pero si vives pendiente de que puedes perderlas
en cualquier momento serás profundamente desdichado. Solamente cuando se
consigue superar el miedo es cuando se puede ser realmente feliz con lo que
tienes.
Nuestro problema es que no somos felices pero lo que resulta aún
más grave, tampoco sabemos serlo. Recuerdo con nitidez cuando una noche de
verano de 2012 me dirigía a recoger a un amigo a la estación de Bernidorm. En la
salida de la discoteca me encontré con otro de mis amigos que decidió
acompañarme y tras un breve coloquio lleno de sinceridad me confesó: ``Tío, no
soy feliz ´´. Es curioso que esta frase calara tanto en mi vida, quizás su
simpleza o lo concreta y amplia que resulta al mismo tiempo la rodearan de un
halo de misterio y reflexión.
Con esto te das cuenta de que la felicidad no es ser alto, sacar
buenas notas tener 6 mujeres o ser el más chungo e ir perdonando la vida al personal.
No se trata de machacarse el cuerpo a base de L-Carnitina ni de parecerse a la
nueva chica de los deportes. La publicidad tampoco nos ayuda nada, nos promete falsa
felicidad a través de cánones y productos que realmente no nos la proporcionan.
Brad Pitt decía que la publicidad nos hace desear coches y ropas, tener empleos
que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Afirmaba que somos los
hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido
una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual,
nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo
creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock,
pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que nos hace estar muy
cabreados.
Toda esta situación deriva de una falta total de perspectiva,
deseamos con ansia robar la fórmula de la felicidad de la Coca-Cola pero descubrimos
con rabia que no está en la lata, sino en nosotros mismos. La felicidad es un
camino largo, tedioso y poco reconfortante pero que debemos recorrer para
alcanzarla.
Leyendo acerca del mormonismo hallé unas líneas muy ilustrativas. Con
frecuencia caemos en la trampa de creer que un auto nuevo, un ascenso laboral,
un cambio de apariencia o la fama nos harán felices. Y a menudo es así, por un
tiempo. Pero no es duradero, simplemente porque ni las riquezas, ni el poder,
la belleza ni la fama brindan una felicidad perdurable, por mucho que
deseáramos que así fuera. Antes bien, la verdadera felicidad proviene de seguir
el ejemplo de Cristo y desarrollar atributos divinos, tales como la bondad, el amor,
la justicia y la misericordia.
Este texto es perfecto para aquellos que
sigan pensado hoy en día que el dinero te reporta felicidad. Es cierto que por
debajo del nivel de subsistencia mínimo, es decir cuando no posees casa o coche
o ni siquiera dinero para comer, es realmente cuando el dinero te reporta
felicidad ya que te proporciona lo que necesitas en ese momento dado. Sin
embargo por encima de este nivel está demostrado que la gente se pone histérica
y su felicidad se traduce un viaje de vacaciones de verano por poner algún
ejemplo.
Las claves mormónicas no andan desencaminadas para lograr el
objetivo de ser feliz. Debes entregarte al prójimo, actuar como te gustaría que
actuaran contigo y vivir por y para los demás. Se trata de largarte un sábado
de la discoteca más fiestera de Benidorm para caminar 10 km para recoger a un amigo
y acompañarlo hasta el piso. Mi experiencia me demostró que el universo te
recompensa, en mi caso, con una amistad inesperada y un momento mágico con el
que desde entonces es uno de mis mejores amigos.
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