Ya es la tercera vez que me leo el
texto y sigo indeciso. Por una parte sería muy fácil hacer un ensayo sobre los
estilos de vida pero el capítulo Vivir en
paz simplemente me tiene fascinado. El tema del suicidio ejerce un profundo
y oscuro magnetismo sobre mi mente, no sabría decir si se trata de la tenebrosa
y atractiva belleza de la muerte pero me ha hecho sentirme muy identificado.
¿Por qué me apasiona tanto este tema os preguntareis? Pues bien,
os lo explicare, por desgracia he vivido esas tendencias autodestructivas a lo
largo de mi vida. Sé lo que es estar profundamente deprimido y ver que nada te sale,
sentir un sufrimiento crónico por algún desengaño y ver como única salida
posible la más fácil y cobarde de todas, el suicidio.
Hoy día recuerdo al Pablo de aquellos tiempos convulsos y doy
gracias a Dios y al cielo por abrirme los ojos a través del amor, quien me
enseño las maravillas de sentirse vivo y me ha dado la vitalidad que poseo hoy en
día. He de agradecérselo a una persona muy especial para mí, o como yo la llamo
el gran amor de mi vida, la cual
siempre ha estado a mi lado apoyándome y dándome motivos para sonreír cuando más
los necesite. Parafraseando al caballero oscuro: `` La noche es más oscura justo
antes del amanecer´´ y he de decir que no le falta razón alguna a nuestro amigo
justiciero, cuando peor estaban las cosas tras la muerte de mi abuelo apareció
ella para enseñarme que en las situaciones más adversas siempre hay motivos
para luchar. Siempre quedan mi familia, amistades y amores por quienes merece
la pena vivir solo por comprobar hasta donde llega su cariño y preocupación por
mi persona. Incluso merece la pena por usted que me lee o escucha, ya que me
hubiera considerado un cobarde que huye de su responsabilidad de vivir una vida
que me ha sido regalada de forma desinteresada y que desmerecería tan solo con pensar
en rehusar de ella.
``Siempre habrá alguien que sienta tu pérdida dispuesto a dar
su vida por ti y tan solo por ella ya merece la pena vivir ´´,solía decir
siempre mi ángel de la guarda y esto me hace evocar un fotograma de la película
``Salvar al soldado Ryan´´ en la que
el propio soldado, haciendo una visita a la tumba del capitán que fue a rescatarlo,
cae de rodillas y entre sollozos pide a su nieto que le diga que ha vivido su
vida de forma correcta. Siente la necesidad de saber que el modo de vivir su
vida mereció el alto precio de su rescate.
Muchos filósofos han pensado también sobre el suicidio,
algunos incluso han ido más allá, como el célebre autor de ``Adiós a las armas´´ que decidió en
última instancia utilizar una de ellas para poner el punto y final a su novela más
laboriosa y convulsa, su vida propia. Sin embargo hace poco leí con estupor a
una filósofa que afirmaba que la libertad no puede estar nunca por encima de la
vida, y no podría estar equivocada. Para mí la libertad no solo se trata de una
condición de posibilidad de la propia vida sino su definición misma. ¿Quiénes
seriamos sin libertad? No es posible entender la vida sin ella diría William
Wallace porque las condiciones de una vida huérfana de libertad convierten a la
propia vida en un suplicio en lugar de un disfrute. Es de agradecer el valor de
hombres como Abraham Lincoln que lucharon por la libertad e igualdad de todos
los hombres sacrificando su vida por la consecución de la libertad de la que
hoy en día disfrutan los estadounidenses y que les hace sentirse tan vivos.
Huelga decir que en ningún momento queda justificada la
eutanasia ya que la libertad de uno mismo concluye donde comienza la de otro.
Sin embargo hay ocasiones en las que el encarnizamiento terapéutico por alargar
indefinidamente la vida resulta contraproducente porque alarga el sufrimiento
del convaleciente y de sus allegados. A veces es necesario permitir que la vida
siga su curso natural porque no debemos olvidar que nosotros estamos aquí de
paso y es nuestra obligación disfrutar del tiempo que se nos ha asignado.
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